Motivados por su permanente afán de hallar explicaciones racionales para todas las incógnitas y puntos oscuros que planteaba la medicina, los científicos buscaron por todos los medios descifrar un fenómeno tan misterioso como frecuente: la Indiscutible necesidad que sienten muchas personas enfermas por acariciar a sus mascotas, simple conducta que les proporciona un alivio que hasta hace muy poco se creía imaginario.
Como si no bastara con esa evidencia concreta, investigadores de la Universidad de Cambridge llegaron a la conclusión en 1991 que tan sólo pocos meses después de convivir con un animal doméstico algunos individuos padecían con menos frecuencia ciertos problemas de salud que antes les eran habituales, como por ejemplo dolores de cabeza y de espalda o gripe, También se supo que quienes comparten su tiempo con una mascota experimentan niveles de colesterol más bajos que aquellos individuos qué no tienen ningún animal en la casa pero llevan un ritmo de vida similar, gracias a lo cual disminuyen los riesgos de padecer enfermedades cardíacas.
Al margen de las repercusiones estrictamente terapéuticas, la presencia de un perro o un gato en el hogar nos puede ayudar a vencer la timidez ante situaciones desconocidas. Desde que se produjo este importante descubrimiento hasta la fecha, los animales de compañía se han transformado para los científicos en verdaderos generadores de salud y la prueba está dada en que no son -pocos los grandes centros médicos que prescriben -como complemento de la medicina convencional- los novedosos tratamientos terapéuticos de contacto.
En otras palabras, una dosis diaria de caricias a un perro o a un gato, la simple percepción del calor del cuerpo de una mascota, genera en el paciente una compleja cadena de reacciones, de origen desconocido hasta el momento, cuyo resultado es una mejoría general de su cuadro patológico.
Para muchos investigadores, la cura a través de los animales marca el comienzo de una nueva era en el campo de la medicina, un tiempo en donde el hombre podrá establecer una asombrosa pero necesaria comunicación con las otras criaturas, las más simples.
Como si no bastara con esa evidencia concreta, investigadores de la Universidad de Cambridge llegaron a la conclusión en 1991 que tan sólo pocos meses después de convivir con un animal doméstico algunos individuos padecían con menos frecuencia ciertos problemas de salud que antes les eran habituales, como por ejemplo dolores de cabeza y de espalda o gripe, También se supo que quienes comparten su tiempo con una mascota experimentan niveles de colesterol más bajos que aquellos individuos qué no tienen ningún animal en la casa pero llevan un ritmo de vida similar, gracias a lo cual disminuyen los riesgos de padecer enfermedades cardíacas.
Al margen de las repercusiones estrictamente terapéuticas, la presencia de un perro o un gato en el hogar nos puede ayudar a vencer la timidez ante situaciones desconocidas. Desde que se produjo este importante descubrimiento hasta la fecha, los animales de compañía se han transformado para los científicos en verdaderos generadores de salud y la prueba está dada en que no son -pocos los grandes centros médicos que prescriben -como complemento de la medicina convencional- los novedosos tratamientos terapéuticos de contacto.
En otras palabras, una dosis diaria de caricias a un perro o a un gato, la simple percepción del calor del cuerpo de una mascota, genera en el paciente una compleja cadena de reacciones, de origen desconocido hasta el momento, cuyo resultado es una mejoría general de su cuadro patológico.
Para muchos investigadores, la cura a través de los animales marca el comienzo de una nueva era en el campo de la medicina, un tiempo en donde el hombre podrá establecer una asombrosa pero necesaria comunicación con las otras criaturas, las más simples.