El zángano nace sin padre, de un huevo infértil. Pero ha tenido un abuelo, por la rama materna. Si acierta en su misión suicida de fecundar a la reina, engendrará únicamente hijas, ningún varón. En cambio, si no llega a príncipe consorte, deberá contentarse con una aburrida existencia de parásito grandulón, destinado a ser expulsado por sus hermanas al finalizar la temporada de miel, va morir de inanición. No tiene aguijón, así que no puede discutir.
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