Cuando se publicó hace algunos años, aunque este tipo de casos son comunes en el exterior, la noticia causó asombro en la comunidad científica mundial. Lo cierto es que una niña de tan sólo diez años que había sufrido una crisis nerviosa y orgánica, virtualmente irreversible según la opinión de los médicos, experimentó una notable mejoría en su estado de salud después de asistir a un acuario y jugar con los delfines.
Al parecer, el acercamiento de los niños a los delfines les quita Inhibiciones y logra lo que para los otros tratamientos es muy difícil: que el enfermo tenga comunicación con el mundo exterior, Varios pacientes con debilidad mental y problemas motrices fueron tratados en los Estados Unidos con resultados sorprendentes.
La pequeña en cuestión no comía ni hablaba y la relación con su entorno era nulo. Sin embargo, en una oportunidad la llevaron a ver un show de delfines y, ante una señal de respuesta emocional, su madre pidió a las autoridades del acuario que le permitiesen visitarlo a diario. Luego de varias semanas de repetir la experiencia, la pequeña fue recuperándose y en la actualidad ha vuelto a comunicarse con su familia y a desarrollar una vida casi normal. Aunque no se trate del clásico ejemplo de terapia de contacto, en donde es imprescindible tocar al animal para que se produzca la curación, el de los delfines es un asombroso fenómeno que no encuentra aún ninguna explicación racional.
De todos modos, queda claro que existe algo en estos cetáceos -que no se repite en ballenas, oreas y otros mamíferos marinos-que produce efectos similares a los registrados con los perros y gatos. De alguna manera, el agua y el aire no parecen ser un obstáculo para que se originen -quizás a través de otros mecanismos- los mismos cambios fisiológicos que el ser humano experimenta con sus amigas las mascotas.
James Sarpell, fisiólogo de la Universidad de Pennsylvania, fue quien primero investigó en serlo este fenómeno. El científico organizó tres grupos de personas que no manifestaban diferencias notables en su estado de salud y las costumbres sociales, algo que evaluó mediante un cuestionario similar para todos ellos.
A uno de los grupos se les dio perros como compañía, al segundo, gatos y al tercero, considerado como muestra testigo, nada. Al cabo de un mes de convivencia con sus nuevas mascotas, los primeros dos grupos debieron contestar un interrogatorio y se examinó nuevamente su condición física general. Como es fácil imaginar, los resultados fueron sustanciales, ya que cambiaron positivamente sus respuestas y demostrararon un estado de gran optimismo y sociabilidad, además de claras mejorías en su salud.
En la actualidad, la terapia de contacto es un tratamiento ampliamente aceptado aunque todavía no se comprendan con exactitud los mecanismos que producen los cambios favorables en el organismo, que en algunos casos parecen milagrosos. En países como Suiza y Francia, este procedimiento resta-blecedor ha sido adoptado con éxito en las clínicas gerlátricas.
Asimismo, generó progresos asombrosos en los niños con algún tipo de anomalía neurológica, como el autismo, y en personas que sufrían ciertos desórdenes mentales como la esquizofrenia o la psicopatía. Para ¡os científicos que se dedican a investigar el tema, los animales brindan una forma muy especial de apoyo que es casi imposible de establecer entre las personas y la clave hay que buscarla en el sistema neuroendocrlno.
Al parecer, el acercamiento de los niños a los delfines les quita Inhibiciones y logra lo que para los otros tratamientos es muy difícil: que el enfermo tenga comunicación con el mundo exterior, Varios pacientes con debilidad mental y problemas motrices fueron tratados en los Estados Unidos con resultados sorprendentes.
La pequeña en cuestión no comía ni hablaba y la relación con su entorno era nulo. Sin embargo, en una oportunidad la llevaron a ver un show de delfines y, ante una señal de respuesta emocional, su madre pidió a las autoridades del acuario que le permitiesen visitarlo a diario. Luego de varias semanas de repetir la experiencia, la pequeña fue recuperándose y en la actualidad ha vuelto a comunicarse con su familia y a desarrollar una vida casi normal. Aunque no se trate del clásico ejemplo de terapia de contacto, en donde es imprescindible tocar al animal para que se produzca la curación, el de los delfines es un asombroso fenómeno que no encuentra aún ninguna explicación racional.
De todos modos, queda claro que existe algo en estos cetáceos -que no se repite en ballenas, oreas y otros mamíferos marinos-que produce efectos similares a los registrados con los perros y gatos. De alguna manera, el agua y el aire no parecen ser un obstáculo para que se originen -quizás a través de otros mecanismos- los mismos cambios fisiológicos que el ser humano experimenta con sus amigas las mascotas.
James Sarpell, fisiólogo de la Universidad de Pennsylvania, fue quien primero investigó en serlo este fenómeno. El científico organizó tres grupos de personas que no manifestaban diferencias notables en su estado de salud y las costumbres sociales, algo que evaluó mediante un cuestionario similar para todos ellos.
A uno de los grupos se les dio perros como compañía, al segundo, gatos y al tercero, considerado como muestra testigo, nada. Al cabo de un mes de convivencia con sus nuevas mascotas, los primeros dos grupos debieron contestar un interrogatorio y se examinó nuevamente su condición física general. Como es fácil imaginar, los resultados fueron sustanciales, ya que cambiaron positivamente sus respuestas y demostrararon un estado de gran optimismo y sociabilidad, además de claras mejorías en su salud.
En la actualidad, la terapia de contacto es un tratamiento ampliamente aceptado aunque todavía no se comprendan con exactitud los mecanismos que producen los cambios favorables en el organismo, que en algunos casos parecen milagrosos. En países como Suiza y Francia, este procedimiento resta-blecedor ha sido adoptado con éxito en las clínicas gerlátricas.
Asimismo, generó progresos asombrosos en los niños con algún tipo de anomalía neurológica, como el autismo, y en personas que sufrían ciertos desórdenes mentales como la esquizofrenia o la psicopatía. Para ¡os científicos que se dedican a investigar el tema, los animales brindan una forma muy especial de apoyo que es casi imposible de establecer entre las personas y la clave hay que buscarla en el sistema neuroendocrlno.