Una vez que el cachorro abre los ojos y se le despegan los pabellones auditivos comienza una segunda etapa vital en su desarrollo cognitivo; descubrir mundo y descubrirse a sí mismo y a los demás.
Ciertamente, y a pesar de tener los ojos bien abiertos y las orejas bien destapadas, no será antes de los 21 días cuando sean capaces de enfocar la vista, momento en el que también comenzaran a dirigir las orejas para asimilar todos los ruidos que a su alrededor se producen y será entonces cuando, poco a poco, serán capaces ya de hacer sus primeros viajecitos para orinar y defecar lejos del lugar donde duermen y comen.
Será a partir de ese momento, también, cuando comiencen a mover la cola para demostrar alegría y curiosidad y cuando empiecen a soltar algún que otro ladrido desafinado del que ellos mismo se sorprenderán gratamente.
Ahí, en esas semanas cruciales, cuando empiezan a saber que el mundo se compone de muchos hermanitos, de una mamá que les observa y corrige, deben también tener presente que hay «otra especie» de mamá, mucho más grande y que se sostiene sólo en dos patas, que somos nosotros. Esta es una fase muy especial, en la que como tablas rasas que son, por no haber tenido oportunidad de experimentar miedo, ni ninguna otra sensación antes, serán particularmente valientes e inquisitivos, metiendo sus narices en todas partes, y no estará de más estar muy vigilantes, al igual que lo estará la madre.
A partir de la quinta semana, los cachorros ya son capaces de controlar los músculos faciales y de realizar una muy elaborada mímica facial con la que se comunicarán con todos los demás individuos de su especie en tanto que con seis semanas aparece, aunque de manera aún inmadura, la necesidad de organizarse socialmente unos hermanos con otros, momento en el que los más débiles serán violentamente atacados por el grupúsculo de hermanos y hermanas más dominantes de la carnada.
Ciertamente, y a pesar de tener los ojos bien abiertos y las orejas bien destapadas, no será antes de los 21 días cuando sean capaces de enfocar la vista, momento en el que también comenzaran a dirigir las orejas para asimilar todos los ruidos que a su alrededor se producen y será entonces cuando, poco a poco, serán capaces ya de hacer sus primeros viajecitos para orinar y defecar lejos del lugar donde duermen y comen.
Será a partir de ese momento, también, cuando comiencen a mover la cola para demostrar alegría y curiosidad y cuando empiecen a soltar algún que otro ladrido desafinado del que ellos mismo se sorprenderán gratamente.
Ahí, en esas semanas cruciales, cuando empiezan a saber que el mundo se compone de muchos hermanitos, de una mamá que les observa y corrige, deben también tener presente que hay «otra especie» de mamá, mucho más grande y que se sostiene sólo en dos patas, que somos nosotros. Esta es una fase muy especial, en la que como tablas rasas que son, por no haber tenido oportunidad de experimentar miedo, ni ninguna otra sensación antes, serán particularmente valientes e inquisitivos, metiendo sus narices en todas partes, y no estará de más estar muy vigilantes, al igual que lo estará la madre.
A partir de la quinta semana, los cachorros ya son capaces de controlar los músculos faciales y de realizar una muy elaborada mímica facial con la que se comunicarán con todos los demás individuos de su especie en tanto que con seis semanas aparece, aunque de manera aún inmadura, la necesidad de organizarse socialmente unos hermanos con otros, momento en el que los más débiles serán violentamente atacados por el grupúsculo de hermanos y hermanas más dominantes de la carnada.
