Claro que en medicina veterinaria también existen especialidades no sólo por especie, sino también por tipo de enfermedad o lugar de localización de la misma. Hay traumatólogos, oftalmólogos, especialistas en fertilidad, etc. A ellos nos derivará nuestro veterinario de "cabecera" cada vez que resulte necesario.
Cuando hacemos la primera visita al veterinario que en principio suponemos que será nuestro elegido, debemos prestar mucha atención a todo: higiene, trato e interés. He aquí algo de fundamental importancia: ^manifiesta el profesional verdadero interés por la salud del perrito o actúa mecánicamente?
Fíjese que si lo hace de la segunda manera, es igualmente posible que los resultados sean favorables; pero sin duda usted preferirá que ponga una total dedicación y especial sentimiento por las dolencias de su animal. Casi como si fuera usted mismo quien lo atiende, y no que proceda rutinariamente. Aunque esto sea discutible, entendemos que el veterinario que quiere más a los animales siente mejor su profesión y, en consecuencia, logrará más éxito en los tratamientos.
En general, los facultativos enfatizan las bondades de la medicina preventiva. No faltará un vecino amigo que nos diga: "Claro, como el perro está sano trata de sacarte plata de otra manera". Desoigamos estos bien intencionados pero errados consejos. La profilaxis es el arma más valiosa de la medicina moderna.
¿Por qué no aplicarla en nuestros mejores amigos? Apenas notemos un cambio en el comportamiento y hábitos del perro, debemos consultar al veterinario. Algo puede estar pasando y será mejor detectarlo a tiempo. Por otra parte, una revisación periódica, aunque lo veamos muy saludable, contribuirá al mantenimiento de ese buen estado.
Por eso, no debemos asustarnos cuando el profesional recomienda vacunas y más vacunas o pide radiografías, análisis de laboratorio y hasta exámenes neurológicos en algunos casos. Si realmente queremos a nuestro perro, no escatimaremos esfuerzos para darle una vida sana que le permita llegar a la vejez feliz.
Es cierto, más de una vez nos podrá quedar la duda de si tal o cual análisis era realmente necesario o sólo sirvió para abultar la factura. Pero esto también nos sucede con la medicina humana. ¿Dejamos acaso de cumplir la prescripción? No. No podemos correr riesgos.
Aquí nos encontramos con el que tal vez termine siendo el factor de mayor gravitación para la elección de nuestro veterinario: la confianza. La confianza no ya en su capacidad y dedicación, sino en su hombría de bien. Y entonces la cosa se pone más brava. Si no tenemos conocimiento de sus antecedentes, deberemos recurrir a la intuición y... ¡ojalá tengamos suerte!
Cuando hacemos la primera visita al veterinario que en principio suponemos que será nuestro elegido, debemos prestar mucha atención a todo: higiene, trato e interés. He aquí algo de fundamental importancia: ^manifiesta el profesional verdadero interés por la salud del perrito o actúa mecánicamente?
Fíjese que si lo hace de la segunda manera, es igualmente posible que los resultados sean favorables; pero sin duda usted preferirá que ponga una total dedicación y especial sentimiento por las dolencias de su animal. Casi como si fuera usted mismo quien lo atiende, y no que proceda rutinariamente. Aunque esto sea discutible, entendemos que el veterinario que quiere más a los animales siente mejor su profesión y, en consecuencia, logrará más éxito en los tratamientos.
En general, los facultativos enfatizan las bondades de la medicina preventiva. No faltará un vecino amigo que nos diga: "Claro, como el perro está sano trata de sacarte plata de otra manera". Desoigamos estos bien intencionados pero errados consejos. La profilaxis es el arma más valiosa de la medicina moderna.
¿Por qué no aplicarla en nuestros mejores amigos? Apenas notemos un cambio en el comportamiento y hábitos del perro, debemos consultar al veterinario. Algo puede estar pasando y será mejor detectarlo a tiempo. Por otra parte, una revisación periódica, aunque lo veamos muy saludable, contribuirá al mantenimiento de ese buen estado.
Por eso, no debemos asustarnos cuando el profesional recomienda vacunas y más vacunas o pide radiografías, análisis de laboratorio y hasta exámenes neurológicos en algunos casos. Si realmente queremos a nuestro perro, no escatimaremos esfuerzos para darle una vida sana que le permita llegar a la vejez feliz.
Es cierto, más de una vez nos podrá quedar la duda de si tal o cual análisis era realmente necesario o sólo sirvió para abultar la factura. Pero esto también nos sucede con la medicina humana. ¿Dejamos acaso de cumplir la prescripción? No. No podemos correr riesgos.
Aquí nos encontramos con el que tal vez termine siendo el factor de mayor gravitación para la elección de nuestro veterinario: la confianza. La confianza no ya en su capacidad y dedicación, sino en su hombría de bien. Y entonces la cosa se pone más brava. Si no tenemos conocimiento de sus antecedentes, deberemos recurrir a la intuición y... ¡ojalá tengamos suerte!