Su historia está íntimamente ligada al regazo de las damas de la corte, unas señoras que jamás tomarían en brazos un perro que despidiera mal olor o que dejara rastros de pelo en sus cuidados trajes.
Estamos, pues, ante un ejemplar limpio por naturaleza: no babea, apenas suelta pelusa, su piel admite ser rociada con colonias para canes y, por si esto fuera poco, no siente la más mínima atracción por el barro o las porquerías.
Un virtuoso de la limpieza al que ni siquiera hay que bañar en invierno, puesto que su finísima piel no soporta el frío.
Estamos, pues, ante un ejemplar limpio por naturaleza: no babea, apenas suelta pelusa, su piel admite ser rociada con colonias para canes y, por si esto fuera poco, no siente la más mínima atracción por el barro o las porquerías.
Un virtuoso de la limpieza al que ni siquiera hay que bañar en invierno, puesto que su finísima piel no soporta el frío.