El Maneto surgió de una brutal mutación dando un fenómeno de enanismo corriente que, al ser hereditario se ha mantenido a lo largo de los años. De ahí que el cazado interesado en esta deformidad física, por su aprovechamiento en la adaptabilidad que presenta a los montes apretados y espeso: haya dirigido la cría y selección en este sentido.
EI principal denominador común de la mayoría de las razas caninas españolas es la ancestralidad de las mismas, unida a la escasez de estudios paleontológicos, históricos y etnográficos sobre sus orígenes. Estos factores, junto a la parca inquietud en el conocimiento del mundo canino, han mantenido a nuestras razas autóctonas en una situación de indefinición absoluta hasta fechas muy recientes.
Cierto es que muchos han sido los esfuerzos particulares en el estudio de algunas poblaciones y prueba de ello lo tenemos en las referencias reflejadas en innumerables escenas pictóricas y bibliográficas, pero siempre carecimos de un sentido cultural e histórico de la cinofilla, de forma que nos hicieran ahondar en el origen y procedencia de nuestros perros y en su posterior evolución a lo largo de la historia.
Tal vez todas estas circunstancias obedecen a que nuestras razas caninas autóctonas más emblemáticas permanecieron siempre en el medio rural, junto al pueblo llano, auxiliando al hombre sencillo en las múltiples tareas de su quehacer diario y en ningún momento compartieron plato con aquellos otros canes, que ya hacían las veces de animales de lujo y de compañía, al lado de las clases más privilegiadas.
Por otro lado, y de forma positiva, encontramos que esta situación ha conllevado la conservación de este patrimonio genético canino en su más puro estado funcional careciendo, en todo momento, de taras que hiciesen peligrar su supervivencia en el medio donde siempre se han desarrollado. Rusticidad y adaptabilidad a todo tipo de hostilidades son, hoy por hoy, atributos inherentes a muchas de nuestras razas, aunque algunas de ellas hayan pagado el caro precio del olvido hasta hace pocos años.
EI principal denominador común de la mayoría de las razas caninas españolas es la ancestralidad de las mismas, unida a la escasez de estudios paleontológicos, históricos y etnográficos sobre sus orígenes. Estos factores, junto a la parca inquietud en el conocimiento del mundo canino, han mantenido a nuestras razas autóctonas en una situación de indefinición absoluta hasta fechas muy recientes.
Cierto es que muchos han sido los esfuerzos particulares en el estudio de algunas poblaciones y prueba de ello lo tenemos en las referencias reflejadas en innumerables escenas pictóricas y bibliográficas, pero siempre carecimos de un sentido cultural e histórico de la cinofilla, de forma que nos hicieran ahondar en el origen y procedencia de nuestros perros y en su posterior evolución a lo largo de la historia.
Tal vez todas estas circunstancias obedecen a que nuestras razas caninas autóctonas más emblemáticas permanecieron siempre en el medio rural, junto al pueblo llano, auxiliando al hombre sencillo en las múltiples tareas de su quehacer diario y en ningún momento compartieron plato con aquellos otros canes, que ya hacían las veces de animales de lujo y de compañía, al lado de las clases más privilegiadas.
Por otro lado, y de forma positiva, encontramos que esta situación ha conllevado la conservación de este patrimonio genético canino en su más puro estado funcional careciendo, en todo momento, de taras que hiciesen peligrar su supervivencia en el medio donde siempre se han desarrollado. Rusticidad y adaptabilidad a todo tipo de hostilidades son, hoy por hoy, atributos inherentes a muchas de nuestras razas, aunque algunas de ellas hayan pagado el caro precio del olvido hasta hace pocos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario