Cuando en la década de los años treinta los psicólogos de Harvard estudiaban el conductivismo fueron los perros dálmatas quienes les proporcionaron un ejemplo claro del control genético de la conducta canina.
Sabían que esta raza era denominada perros de los carruajes por su innata amistad hacia los caballos y la pasión que sentían por correr debajo de las carrozas arrastradas por los equinos. De hecho, como ya hemos afirmado, llevaban desde el siglo XVIII siendo criados con ésta única finalidad. Según los entendidos la posición ideal de un dálmata en estos casos se situaba debajo del eje frontal del carro, donde el perro corría muy cerca de los cascos de los caballos traseros.
Era una especie de reto, de tal modo que cuanto más cerca de los cascos supiese correr, mejor ejemplar se le estimaba. Lógicamente, un perro que corriese debajo del eje trasero o aquel que lo hiciese detrás del carruaje no ocupaba la posición correcta y era un ejemplar mal adiestrado.
Los psicólogos se pusieron en contacto con criadores que llevasen mucho tiempo criando y educando dálmatas para este menester y observaron que en tre los cientos de perros examinados había ejemplares que mostraban una tendencia natural a adoptar la posición correcta y otros la incorrecta.
Se pusieron a estudiar los pedigrís y llegaron a la conclusión de que los cachorros nacidos de dos ejemplares que adoptaban naturalmente la posición correcta tenían de adultos más posibilidades de adquirir el mismo correcto comportamiento que los cachorros nacidos de un perro que adoptase la buena posición con otro que adoptaba la mala.
Finalmente, los dálmatas que adoptaban las peores posiciones eran siempre hijos de perros que a su vez mostraban la tendencia de adoptar posiciones incorrectas. Este grujió era el más reducido, como consecuencia de que durante años los criadores los habían apartado de la. cría en su afán de seleccionar ejemplares que supiesen situarse correctamente en relación con el carruaje.
Con ello quedaba demostrado la posibilidad, a través de la manipulación genética efectuada por el hombre, de convertir características aprendidas en características heredadas genéticamente que determinen las diferencias entre razas. Tras años de selección para un fin los dálmatas se habían convertido en la raza más útil para correr junto a los coches tirados por caballos.
Sabían que esta raza era denominada perros de los carruajes por su innata amistad hacia los caballos y la pasión que sentían por correr debajo de las carrozas arrastradas por los equinos. De hecho, como ya hemos afirmado, llevaban desde el siglo XVIII siendo criados con ésta única finalidad. Según los entendidos la posición ideal de un dálmata en estos casos se situaba debajo del eje frontal del carro, donde el perro corría muy cerca de los cascos de los caballos traseros.
Era una especie de reto, de tal modo que cuanto más cerca de los cascos supiese correr, mejor ejemplar se le estimaba. Lógicamente, un perro que corriese debajo del eje trasero o aquel que lo hiciese detrás del carruaje no ocupaba la posición correcta y era un ejemplar mal adiestrado.
Los psicólogos se pusieron en contacto con criadores que llevasen mucho tiempo criando y educando dálmatas para este menester y observaron que en tre los cientos de perros examinados había ejemplares que mostraban una tendencia natural a adoptar la posición correcta y otros la incorrecta.
Se pusieron a estudiar los pedigrís y llegaron a la conclusión de que los cachorros nacidos de dos ejemplares que adoptaban naturalmente la posición correcta tenían de adultos más posibilidades de adquirir el mismo correcto comportamiento que los cachorros nacidos de un perro que adoptase la buena posición con otro que adoptaba la mala.
Finalmente, los dálmatas que adoptaban las peores posiciones eran siempre hijos de perros que a su vez mostraban la tendencia de adoptar posiciones incorrectas. Este grujió era el más reducido, como consecuencia de que durante años los criadores los habían apartado de la. cría en su afán de seleccionar ejemplares que supiesen situarse correctamente en relación con el carruaje.
Con ello quedaba demostrado la posibilidad, a través de la manipulación genética efectuada por el hombre, de convertir características aprendidas en características heredadas genéticamente que determinen las diferencias entre razas. Tras años de selección para un fin los dálmatas se habían convertido en la raza más útil para correr junto a los coches tirados por caballos.