La prevención de la leishmaniosis, puesto que no existe ninguna vacuna, pasa principalmente por evitar el contacto con los mosquitos evitando que los perros descansen en el exterior al amanecer y al atardecer, utilizando telas mosquiteras para impedir la entrada de los mosquitos -en los lugares en donde se alojen los animales, pulverizando los perros con insecticidas de larga duración durante los meses cálidos, entre abril y octubre, etc.
Existen también lámparas repeleinsectos, aunque su efecto no está en absolu to demostrado. La realización de análisis periódicos encaminados a una detección precoz de la enfermedad es uno de los medios más importantes a realizar si bien no se trata de una prevención como tal sino de un diagnóstico temprano de la leishmaniosis antes de que el perro manifieste síntomas, siendo de esta forma mucho más eficaz el tratamiento.
El momento idóneo es al terminar la estación de mosquitos, en torno al mes de noviembre.
En la práctica el contagio es sólo accidental como lo demuestra el hecho de que por ejemplo en la Comunidad de Madrid se dan unos 50 casos anuales en personas, con una población de unos cinco millones de personas; apareciendo varios miles en perros con una población de unos 300.000 perros censados.
El problema actual aparece en un colectivo muy determinado como son los pacientes con inmunosupresión (SIDA), en los cuales es más frecuente encontrar casos de leishmaniosis asociadas. El hombre parece, en condiciones normales, ser resistente a la leishmaniosis y en los casos en que enferma suele responder muy bien al tratamiento con curación total.
Algunos autores empiezan a plantearse que quizás el perro no juegue un papel tan importante en la leishmaniosis humana como se viene pensando, e incluso que podrían existir diferencias entre los parásitos que afectan a las personas y a los perros, si bien esto no está demostrado y es preferible ser cautos.
Existen también lámparas repeleinsectos, aunque su efecto no está en absolu to demostrado. La realización de análisis periódicos encaminados a una detección precoz de la enfermedad es uno de los medios más importantes a realizar si bien no se trata de una prevención como tal sino de un diagnóstico temprano de la leishmaniosis antes de que el perro manifieste síntomas, siendo de esta forma mucho más eficaz el tratamiento.
El momento idóneo es al terminar la estación de mosquitos, en torno al mes de noviembre.
En la práctica el contagio es sólo accidental como lo demuestra el hecho de que por ejemplo en la Comunidad de Madrid se dan unos 50 casos anuales en personas, con una población de unos cinco millones de personas; apareciendo varios miles en perros con una población de unos 300.000 perros censados.
El problema actual aparece en un colectivo muy determinado como son los pacientes con inmunosupresión (SIDA), en los cuales es más frecuente encontrar casos de leishmaniosis asociadas. El hombre parece, en condiciones normales, ser resistente a la leishmaniosis y en los casos en que enferma suele responder muy bien al tratamiento con curación total.
Algunos autores empiezan a plantearse que quizás el perro no juegue un papel tan importante en la leishmaniosis humana como se viene pensando, e incluso que podrían existir diferencias entre los parásitos que afectan a las personas y a los perros, si bien esto no está demostrado y es preferible ser cautos.