Esto es algo diferente del lazo que se desarrolla entre el hombre y el perro. El perro ve a sus dueños humanos como pseudopadres igual que el gato. En este sentido el proceso de unión es similar. Pero el perro tiene un lazo adicional. La sociedad canina está organizada en grupo, la sociedad felina no.
Los perros viven en jauría con un fuerte control de las categorías de relación entre los individuos. Hay perros jefes, medianos e inferiores y bajo circunstancias naturales se mueven juntos, controlándose uno al otro todo el tiempo.
Así el perro adulto considera a su familia humana como pseudopadres y al mismo tiempo como los miembros dominantes de la jauría. De allí su famosa reputación de obediencia y su celebrada capacidad de lealtad. Los gatos tienen una compleja organización social, pero nunca cazan en grupo. En estado salvaje pasan la mayor parte de su tiempo merodeando solitarios. Salir a pasear con un humano no tiene atractivo para ellos. Y en cuanto a "ven aquí", aprender a "sentarse" y "quieto", simplemente no les interesa. Esa clase de maniobras no tiene sentido para los gatos.
Así, en el momento en que un gato se las arregla para persuadir a un ser humano para que abra una puerta (la más detestada de las invenciones humanas), se aleja sin lanzar una mirada hacia atrás. Una vez que el gato cruza el umbral se transforma. Se apaga el cerebro humano y se enciende del cerebro de gato salvaje. El perro, en una situación semejante, mirará hacia atrás para ver si su compañero humano de jauría lo sigue para compartir la diversión de la exploración, pero eso no lo hace un gato. La mente del gato se lanza a otro mundo, totalmente felino, en el que los extraños monos bípedos no tienen cabida.
La discusión siempre podrá continuar, el individualismo y el egoísmo felino contra la camaradería y la buena amistad canina. Pero es importante subrayar que para dar una razón valedera caricaturicé las dos posiciones. En realidad hay mucha gente que disfruta por igual de la compañía de gatos y perros. Y todos nosotros o, casi todos nosotros, tenemos elementos felinos y caninos en nuestra personalidad. Tenemos estados de ánimo en los que deseamos estar solos y pensativos y otros momentos en los que deseamos estar en el centro de una habitación ruidosa y llena de gente.
Tanto el gato como el perro son animales con los cuales los humanos hemos establecido un contacto importante. Hemos hecho un pacto, no escrito ni hablado, con sus ancestros salvajes, ofreciéndoles comida y bebida y protección a cambio po. A causa de que no viven en grupos sociales organizados, dependiendo de la ayuda mutua para sobrevivir, no avisarán ú hay intrusos en la casa, por lo que tienen muy poca utilidad como guardianes de la propiedad o defensores de sus dueños. Por tener un tamaño pequeño no pueden ofrecer ayuda como bestias de carga.
En la época moderna, aparte de compartir con los perros los honores de ser las mascotas ideales para el hogar y a veces compartir los honores de actuar en filmes y obras de teatro, los gatos han fracasado en diversificar su utilidad para el género humano.
Los perros viven en jauría con un fuerte control de las categorías de relación entre los individuos. Hay perros jefes, medianos e inferiores y bajo circunstancias naturales se mueven juntos, controlándose uno al otro todo el tiempo.
Así el perro adulto considera a su familia humana como pseudopadres y al mismo tiempo como los miembros dominantes de la jauría. De allí su famosa reputación de obediencia y su celebrada capacidad de lealtad. Los gatos tienen una compleja organización social, pero nunca cazan en grupo. En estado salvaje pasan la mayor parte de su tiempo merodeando solitarios. Salir a pasear con un humano no tiene atractivo para ellos. Y en cuanto a "ven aquí", aprender a "sentarse" y "quieto", simplemente no les interesa. Esa clase de maniobras no tiene sentido para los gatos.
Así, en el momento en que un gato se las arregla para persuadir a un ser humano para que abra una puerta (la más detestada de las invenciones humanas), se aleja sin lanzar una mirada hacia atrás. Una vez que el gato cruza el umbral se transforma. Se apaga el cerebro humano y se enciende del cerebro de gato salvaje. El perro, en una situación semejante, mirará hacia atrás para ver si su compañero humano de jauría lo sigue para compartir la diversión de la exploración, pero eso no lo hace un gato. La mente del gato se lanza a otro mundo, totalmente felino, en el que los extraños monos bípedos no tienen cabida.
La discusión siempre podrá continuar, el individualismo y el egoísmo felino contra la camaradería y la buena amistad canina. Pero es importante subrayar que para dar una razón valedera caricaturicé las dos posiciones. En realidad hay mucha gente que disfruta por igual de la compañía de gatos y perros. Y todos nosotros o, casi todos nosotros, tenemos elementos felinos y caninos en nuestra personalidad. Tenemos estados de ánimo en los que deseamos estar solos y pensativos y otros momentos en los que deseamos estar en el centro de una habitación ruidosa y llena de gente.
Tanto el gato como el perro son animales con los cuales los humanos hemos establecido un contacto importante. Hemos hecho un pacto, no escrito ni hablado, con sus ancestros salvajes, ofreciéndoles comida y bebida y protección a cambio po. A causa de que no viven en grupos sociales organizados, dependiendo de la ayuda mutua para sobrevivir, no avisarán ú hay intrusos en la casa, por lo que tienen muy poca utilidad como guardianes de la propiedad o defensores de sus dueños. Por tener un tamaño pequeño no pueden ofrecer ayuda como bestias de carga.
En la época moderna, aparte de compartir con los perros los honores de ser las mascotas ideales para el hogar y a veces compartir los honores de actuar en filmes y obras de teatro, los gatos han fracasado en diversificar su utilidad para el género humano.