Cumplido el primer mes, se le podrá dar al cachorro un alimento variado a base de leche, un poco de pan rallado y, de vez en cuando, una yema de huevo, así como un poco de carne cruda picada; alrededor de los dos meses, se añadirán sopas de caldo y de leche alternadas. De los cuatro a los ocho meses, convendrá aumentar el número de comidas cotidianas, para reducirlas después a dos.
Cumplidos los ocho meses, y antes incluso según las razas, el alimento estará constituido por sopas de arroz, condimentadas con un poco de aceite, huevos crudos, carne cruda (no picada, sino cortada en trocitos), carne de pescado sin espinas, alguna fruta pulposa de vez en cuando, zanahorias crudas y ensalada trinchada finamente, zumo de naranja o de limón en el agua que beba, o bien unas gotas de vitaminas en la comida.
Se le permitirá roer huesos de gran tamaño, lo que resulta muy saludable para los dientes, pero nunca huesos de pollo o de animales de caza, ni espinas de pescado; sólo huesos grandes que no puedan ser deglutidos. Apenas una pizca de sal en la comida y muy poco pan y farináceas, pues éstos pueden provocar trastornos cardíacos y renales.
Para la persona que no posea un perro y se decida a comprar uno, recomendamos que adquiera un ejemplar de talla pequeña o mediana, pero no de pura raza. Ha de ser un animal capaz de vivir sin inconvenientes en un apartamento y de hacer compañía incluso a niños de poca edad. Cabe escoger entre muy diversas razas, entre las cuales citaremos el lulú, el de aguas, el spaniel, el maltes, el terrier, el pequinés y el basset.
Si se desea un perro guardián, es aconsejable el bulldog que, aparte de ser un vigilante excelente y valeroso, es muy paciente con los niños y se adapta perfectamente a la vida en el interior de un apartamento. En cambio, si se dispone de un jardín o, por lo menos, de una terraza de buen tamaño, se puede elegir entre el boxer, el pastor alemán, el dobermann, el mastín inglés y el alano alemán, con la condición de que cada día se le saque para dar un largo paseo al aire libre, y alguna vez se le lleve al campo y se le deje correr libremente por los prados.
Todos los perros, indistintamente, deben ser sacados al exterior por lo menos una vez al día, para que puedan satisfacer sus necesidades fisiológicas. Conviene acostumbrarlos desde muy jóvenes a que no lo hagan en cualquier lugar de la casa, y para ello se empleará paciencia y firmeza, pero sin pegarles ni utilizar métodos violentos.
Cumplidos los ocho meses, y antes incluso según las razas, el alimento estará constituido por sopas de arroz, condimentadas con un poco de aceite, huevos crudos, carne cruda (no picada, sino cortada en trocitos), carne de pescado sin espinas, alguna fruta pulposa de vez en cuando, zanahorias crudas y ensalada trinchada finamente, zumo de naranja o de limón en el agua que beba, o bien unas gotas de vitaminas en la comida.
Se le permitirá roer huesos de gran tamaño, lo que resulta muy saludable para los dientes, pero nunca huesos de pollo o de animales de caza, ni espinas de pescado; sólo huesos grandes que no puedan ser deglutidos. Apenas una pizca de sal en la comida y muy poco pan y farináceas, pues éstos pueden provocar trastornos cardíacos y renales.
Para la persona que no posea un perro y se decida a comprar uno, recomendamos que adquiera un ejemplar de talla pequeña o mediana, pero no de pura raza. Ha de ser un animal capaz de vivir sin inconvenientes en un apartamento y de hacer compañía incluso a niños de poca edad. Cabe escoger entre muy diversas razas, entre las cuales citaremos el lulú, el de aguas, el spaniel, el maltes, el terrier, el pequinés y el basset.
Si se desea un perro guardián, es aconsejable el bulldog que, aparte de ser un vigilante excelente y valeroso, es muy paciente con los niños y se adapta perfectamente a la vida en el interior de un apartamento. En cambio, si se dispone de un jardín o, por lo menos, de una terraza de buen tamaño, se puede elegir entre el boxer, el pastor alemán, el dobermann, el mastín inglés y el alano alemán, con la condición de que cada día se le saque para dar un largo paseo al aire libre, y alguna vez se le lleve al campo y se le deje correr libremente por los prados.
Todos los perros, indistintamente, deben ser sacados al exterior por lo menos una vez al día, para que puedan satisfacer sus necesidades fisiológicas. Conviene acostumbrarlos desde muy jóvenes a que no lo hagan en cualquier lugar de la casa, y para ello se empleará paciencia y firmeza, pero sin pegarles ni utilizar métodos violentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario