La costumbre de criar peces con meros fines ornamentales se remonta a los antiguos emperadores chinos. Desde China no tardó en difundirse por todo el mundo, enriqueciéndose con innumerables especies nuevas. Hoy en día, los expertos cuentan cerca de seiscientas de ellas, muy distintas en formas, colores, hábitos y precio, desde los pececillos rojos más corrientes a las especies más raras y cotizadas. Del mismo modo han evolucionado también las formas y características de los acuarios, cada vez más funcionales y ornamentales, hasta el punto de que por sí solos podrían constituir un capítulo en una enciclopedia sobre las artes decorativas.
Sin hablar de los acuarios públicos, hoy presentes en todas las ciudades importantes, aquí nos ocuparemos únicamente de los más modestos acuarios domésticos y daremos una breve reseña de las especies más interesantes.
El vulgarmente llamado pez rojo es el habitante más corriente de los acuarios caseros, desde el simple modelo de bocal de vidrio hasta las instalaciones completas, con recipiente de cristal y armazón metálica, agua corriente, aireación directa o por medio de plantas verdes, regulador de temperatura y adornos a base de flora exótica. El ejemplar típico de esta familia, que comprende numerosas variedades con colores y formas muy diferentes, es el Carassius auratus, cuyos cambios de color fueron hábilmente explotados por los chinos para obtener, mediante cruces y en ambientes artificiales, un gran número de razas más o menos bellas, extrañas y a veces monstruosas.
Estos peces llegaron a cotizarse a precios muy elevados, pero hoy en día, a causa de su enorme difusión, se cuentan entre los más comunes y menos valiosos. Pertenecen a la misma familia el carpín (Carassius carassius), en su variedad con reflejos dorados y rojos, diferentes variedades asiáticas y africanas del género de los barbos, y el piscardo (Phoxinus phoxinus), caracterizado por una bella estría dorada a lo largo de los flancos.
Las modificaciones en la forma del Carassius auratus pueden dar a este pez notable elegancia cuando afectan al desarrollo de las aletas, que llegan a ser dobles y triples, como velos blandos y fluctuantes. En cambio, confieren un aspecto monstruoso cuando afectan a los ojos, que adoptan una forma esférica o cónica, muy protuberante, como ocurre con el ejemplar chino llamado «telescopio».
Estos peces se adaptan sin inconveniente a la vida en el acuario, siempre y cuando éste disponga de espacio abundante. Prefieren el agua fría y más bien vieja, y debido a que producen excrementos en gran cantidad, es preciso eliminar estas materias aspirándolas con un sifón. Su alimento se vende ya preparado, en bolsitas, pero conviene suministrarles también alguna presa viva de muy pequeño tamaño. Son animales lentos y pacíficos, por lo que nunca se les juntará con peces más veloces y voraces que se apoderarían de toda su comida.
La reproducción, que se verifica en primavera, no presenta dificultades si el acuario se halla expuesto al sol y se trasladan a otro recipiente las plantas a las que están adheridos los huevos, pues éstos han de mantenerse a una temperatura no inferior a los 20° C. La madurez sexual se inicia al segundo año de vida, mas para obtener una reproducción óptima es mejor escoger individuos de tres o cuatro años. Si se tienen con ellos las precauciones debidas, estos peces pueden vivir hasta treinta años.
Sin hablar de los acuarios públicos, hoy presentes en todas las ciudades importantes, aquí nos ocuparemos únicamente de los más modestos acuarios domésticos y daremos una breve reseña de las especies más interesantes.
El vulgarmente llamado pez rojo es el habitante más corriente de los acuarios caseros, desde el simple modelo de bocal de vidrio hasta las instalaciones completas, con recipiente de cristal y armazón metálica, agua corriente, aireación directa o por medio de plantas verdes, regulador de temperatura y adornos a base de flora exótica. El ejemplar típico de esta familia, que comprende numerosas variedades con colores y formas muy diferentes, es el Carassius auratus, cuyos cambios de color fueron hábilmente explotados por los chinos para obtener, mediante cruces y en ambientes artificiales, un gran número de razas más o menos bellas, extrañas y a veces monstruosas.
Estos peces llegaron a cotizarse a precios muy elevados, pero hoy en día, a causa de su enorme difusión, se cuentan entre los más comunes y menos valiosos. Pertenecen a la misma familia el carpín (Carassius carassius), en su variedad con reflejos dorados y rojos, diferentes variedades asiáticas y africanas del género de los barbos, y el piscardo (Phoxinus phoxinus), caracterizado por una bella estría dorada a lo largo de los flancos.
Las modificaciones en la forma del Carassius auratus pueden dar a este pez notable elegancia cuando afectan al desarrollo de las aletas, que llegan a ser dobles y triples, como velos blandos y fluctuantes. En cambio, confieren un aspecto monstruoso cuando afectan a los ojos, que adoptan una forma esférica o cónica, muy protuberante, como ocurre con el ejemplar chino llamado «telescopio».
Estos peces se adaptan sin inconveniente a la vida en el acuario, siempre y cuando éste disponga de espacio abundante. Prefieren el agua fría y más bien vieja, y debido a que producen excrementos en gran cantidad, es preciso eliminar estas materias aspirándolas con un sifón. Su alimento se vende ya preparado, en bolsitas, pero conviene suministrarles también alguna presa viva de muy pequeño tamaño. Son animales lentos y pacíficos, por lo que nunca se les juntará con peces más veloces y voraces que se apoderarían de toda su comida.
La reproducción, que se verifica en primavera, no presenta dificultades si el acuario se halla expuesto al sol y se trasladan a otro recipiente las plantas a las que están adheridos los huevos, pues éstos han de mantenerse a una temperatura no inferior a los 20° C. La madurez sexual se inicia al segundo año de vida, mas para obtener una reproducción óptima es mejor escoger individuos de tres o cuatro años. Si se tienen con ellos las precauciones debidas, estos peces pueden vivir hasta treinta años.
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