Perros detectores

La preparación de perros detectores, tanto para explosivos como para drogas es muy similar. Está basada en hacer que los animales, aprovechando sus instintos de caza y en ocasiones de agresividad, intensifiquen sus cualidades olfativas en la búsqueda de las sustancias interesadas, variando únicamente la reacción que deseamos que adopten en el momento de la detección.

Durante todo el proceso formativo es fundamental el «rodillo», objeto de reclamo construido con un trozo de tejido de felpa y cuya función es la de motivar y condicionar al perro en la búsqueda.

Al comienzo del proceso lleva sujeto en uno de sus extremos una bolsita traspi-rable, conteniendo la sustancia a detectar u otra de características olorosas similares que la sustituye cuando aquella resulta peligrosa o nociva para el perro, y que sirve para que dicho animal asocie su olor al cobro o recuperación del rodillo.

Una vez el perro ya tiene asociado el olor de la sustancia a detectar se procede a realizar prácticas en diferentes lugares, enseñando al animal las formas y recorridos a seguir en la búsqueda hasta llegar a conseguir la adaptación plena en todas ellas.

Donde más se incide en las prácticas es en el exterior e interior de vehículos, aeronaves, edificios y en paquetería colocada en lugar fijo o en cinta trasportadora.

Perros Antidrogas

Los perros detectores de drogas y tabaco ocupan el segundo lugar en cuanto al número de ejemplares destinados a esta tarea. Son empleados para la búsqueda de estas sustancias en equipajes, vehículos, edificios, etc, y vienen prestando servicios de colaboración y apoyo a los grupos de estupefacientes, empleándose también diariamente en aquellos puntos donde estima conveniente su presencia: aduanas terrestres, marítimas, aeropuertos, estaciones de autobús y ferrocarril, colegios y zonas conflictivas de la ciudad.

El primer paso consiste en hacer una selección de los funcionarios en base a unas pruebas psicológicas, físicas y aptitudina-les. Una vez superadas estas pruebas, se procede a realizar el correspondiente curso, que consta de dos ciclos.

El primer ciclo de selección es donde el alumno debe de superar las pruebas de carácter general que se recogen en las áreas técnicas, que abarcan diversas materias; y prácticas, que consisten en la evolución en el manejo y destreza del animal.

El segundo ciclo de aptitud es en el que al alumno se le somete a unas pruebas de carácter específicas relacionadas con el cometido que va a desempeñar en el ámbito cinológico policial.

Si supera con éxito ambos ciclos se le facilita el diploma de guía canino, pasando acto seguido a desarrollar su cometido en aquella Unidad donde se estime oportuno, dentro del término nacional.

No conocemos sus nombres, pero son los protagonistas directos de algunas de las situaciones límites que se suceden a diario. Ellos, hombres y perros unidos, encuentran en su amistad la fuerza y el valor suficiente para convivir día a día en «la línea de fuego».