Recuerdo el manual de procedimiento que habían implementado los dueños de un perro que tuve que visitar varias veces por razones médicas. Consistía en lo siguiente: una persona avisaba que iba a ir al hogar del simpático can, supongamos de visita; toda la familia era informada de tal evento y al futuro visitante se le comunicaba previamente que cuando tocara el timbre de la casa tendría que esperar unos minutos afuera hasta que se encerrara el perro.
Llegada la hora, la visita tocaba el timbre, comenzaba el gran alboroto general y se implementaba urgentemente el mecanismo que cerremos al perro. En principio, uno de los mayores del hogar gritaba el nombre de su hijo adolescente para que encerrara al perro y el hijo respondía con un uyaaaa voooy (está con el Play Station).
A continuación el adulto gritaba de nuevo el nombre del adolescente con la orden ya más firme: Vení a encerrar al perro que llegó la visita. Sin embargo, el hijo no aparecía, la visita seguía en la puerta esperando y el adulto resolvía encerrar él mismo al perro.
Pero el animal no quería (quería en realidad saludar a la persona que había llegado al hogar y que, perdiendo la paciencia, tocaba el timbre de nuevo). Finalmente el adulto lograba encerrar al perro y el animal se quedaba ladrando y rascando la puerta de la habitación. La visita por fin entraba y el anfitrión, a esa altura, ya estaba exhausto.
Este relato, cargado de un poquito de humor, parece exagerado, pero les aseguro que no lo es. No puedo concebir que no se eduque adecuadamente a un perro y que el ingreso de cualquier persona a la casa desate tamaña locura.
La mayoría de los perros tienen una tendencia natural a saludar efusivamente a las personas que llegan a la casa, tanto sean los dueños de casa como las visitas. Cuando el perro además es grande como es su caso se presenta simultáneamente el riesgo de que el saludo termine con el invitado en el piso.
Para evitar o solucionar este problema hay que lograr, en primer lugar, el correcto mando, es decir, nosotros mandamos y el perro obedece. Para conseguir esto hay que ubicar adecuadamente al perro en el escalafón jerárquico de la casa y su lugar es ni más ni menos que el último. Todos los que conviven con el perro deben ubicarse jerárquicamente por encima de él, de esta forma el perro obedecerá cualquier orden que reciba de parte de una persona de la casa.
Esto se logra dándole señales en todos los aspectos, desde el hecho de otorgarle un adecuado lugar donde dormir (que será alejado de los dormitorios de las personas) hasta la correcta alimentación del perro (en su horario y lugar y nunca convidarlo con nuestra comida).
Entonces, un truco será utilizar esta orden cuando toquen el timbre de la casa, así le damos la orden al perro e invitamos a pasar a la persona que llega. Al rato, cuando el perro esté bien tranquilo (sigue aún sentado) se lo llama para que se acerque a saludar. Este es un utruco que da resultado, aunque a usted se le puede ocurrir otro, pero le aseguro que sólo podrá dominar este problema si consigue un adecuado mando sobre su perro.
Llegada la hora, la visita tocaba el timbre, comenzaba el gran alboroto general y se implementaba urgentemente el mecanismo que cerremos al perro. En principio, uno de los mayores del hogar gritaba el nombre de su hijo adolescente para que encerrara al perro y el hijo respondía con un uyaaaa voooy (está con el Play Station).
A continuación el adulto gritaba de nuevo el nombre del adolescente con la orden ya más firme: Vení a encerrar al perro que llegó la visita. Sin embargo, el hijo no aparecía, la visita seguía en la puerta esperando y el adulto resolvía encerrar él mismo al perro.
Pero el animal no quería (quería en realidad saludar a la persona que había llegado al hogar y que, perdiendo la paciencia, tocaba el timbre de nuevo). Finalmente el adulto lograba encerrar al perro y el animal se quedaba ladrando y rascando la puerta de la habitación. La visita por fin entraba y el anfitrión, a esa altura, ya estaba exhausto.
Este relato, cargado de un poquito de humor, parece exagerado, pero les aseguro que no lo es. No puedo concebir que no se eduque adecuadamente a un perro y que el ingreso de cualquier persona a la casa desate tamaña locura.
La mayoría de los perros tienen una tendencia natural a saludar efusivamente a las personas que llegan a la casa, tanto sean los dueños de casa como las visitas. Cuando el perro además es grande como es su caso se presenta simultáneamente el riesgo de que el saludo termine con el invitado en el piso.
Para evitar o solucionar este problema hay que lograr, en primer lugar, el correcto mando, es decir, nosotros mandamos y el perro obedece. Para conseguir esto hay que ubicar adecuadamente al perro en el escalafón jerárquico de la casa y su lugar es ni más ni menos que el último. Todos los que conviven con el perro deben ubicarse jerárquicamente por encima de él, de esta forma el perro obedecerá cualquier orden que reciba de parte de una persona de la casa.
Esto se logra dándole señales en todos los aspectos, desde el hecho de otorgarle un adecuado lugar donde dormir (que será alejado de los dormitorios de las personas) hasta la correcta alimentación del perro (en su horario y lugar y nunca convidarlo con nuestra comida).
Entonces, un truco será utilizar esta orden cuando toquen el timbre de la casa, así le damos la orden al perro e invitamos a pasar a la persona que llega. Al rato, cuando el perro esté bien tranquilo (sigue aún sentado) se lo llama para que se acerque a saludar. Este es un utruco que da resultado, aunque a usted se le puede ocurrir otro, pero le aseguro que sólo podrá dominar este problema si consigue un adecuado mando sobre su perro.