Quién piensa en esto en San Bernardinos con barrilitos de ron en el cuello, es desesperadamente romántico. Los perros buscadores de hoy son Ovejeros alemanes y otras razas con grandes aptitudes de trabajo y olfato y no llevan bebidas. Por helicópteros son llevados al lugar del siniestro. Sólo el tiempo decide. Cuando un alud llega a parar, todavía el 85% de los enterrados están con vida, dos horas después solamente el 4%.
La maravillosa capacidad de los perros buscadores, de encontrar a ente-irados a través de una capa de seis metros de nieve mojada, y en el acto, queda hasta hoy lejanamente superior a todos los elementos auxiliares técnicos. En un concurso entre técnica y perro, organizado por la Escuela para Perros en Verbieer (Suiza), personas de ensayo, enterrados en 5 hasta 8 metros de profundidad, fueron encontradas por una tropilla de veinte hombres, equipados con zonda imán en 23 minutos. El perro lo hizo en 3 minutos.
No es un don sobresensual, el que capacita al perro a tal eficacia, sino su sentido de olfato todo natural, aunque sobresaliente, el que puede ser empleado por el hombre, después de un adiestramiento especial, para un determinado fin.
Mientras nuestra capacidad de vivencia es formada por impresiones ópticas, el perro vive en un mundo de olores. Todo esto es difícil de describir, pues nuestro idioma, medio de expresión de "seres visuales" con sentido del olfato subdesarrollado, carece de palabras para ello.
La máquina olfateadora denominada perro, puede seguir exactamente la huella "personal" de una persona, la que caminó un día antes por una calle, junto con cien otros bípedos.
Explicación: de los ácidos de grasa, resorbidos continuamente por nuestros pies, una mínima fracción -como un milésimo- penetra por las suelas. Estas minúsculas moléculas, se mantienen un buen rato. Aunque el zapato toque el suelo en cada paso solamente 1/4 de segundo, de esta huella queda cien veces más de lo que el perro necesita realmente para seguirla. Además puede determinar su edad y dirección. Los científicos suponen que el venteador cuadrúpedo puede reconocer con su sentido del olfato, el movimiento de las moléculas.
La maravillosa capacidad de los perros buscadores, de encontrar a ente-irados a través de una capa de seis metros de nieve mojada, y en el acto, queda hasta hoy lejanamente superior a todos los elementos auxiliares técnicos. En un concurso entre técnica y perro, organizado por la Escuela para Perros en Verbieer (Suiza), personas de ensayo, enterrados en 5 hasta 8 metros de profundidad, fueron encontradas por una tropilla de veinte hombres, equipados con zonda imán en 23 minutos. El perro lo hizo en 3 minutos.
No es un don sobresensual, el que capacita al perro a tal eficacia, sino su sentido de olfato todo natural, aunque sobresaliente, el que puede ser empleado por el hombre, después de un adiestramiento especial, para un determinado fin.
Mientras nuestra capacidad de vivencia es formada por impresiones ópticas, el perro vive en un mundo de olores. Todo esto es difícil de describir, pues nuestro idioma, medio de expresión de "seres visuales" con sentido del olfato subdesarrollado, carece de palabras para ello.
La máquina olfateadora denominada perro, puede seguir exactamente la huella "personal" de una persona, la que caminó un día antes por una calle, junto con cien otros bípedos.
Explicación: de los ácidos de grasa, resorbidos continuamente por nuestros pies, una mínima fracción -como un milésimo- penetra por las suelas. Estas minúsculas moléculas, se mantienen un buen rato. Aunque el zapato toque el suelo en cada paso solamente 1/4 de segundo, de esta huella queda cien veces más de lo que el perro necesita realmente para seguirla. Además puede determinar su edad y dirección. Los científicos suponen que el venteador cuadrúpedo puede reconocer con su sentido del olfato, el movimiento de las moléculas.
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