También han sido, muy frecuentemente, el blanco de nuestra marcada agresión, de tal manera que tenemos un dicho popular para expresar ese fenómeno: "... y el cadete de la oficina pateó al gato", ilustrando cómo los insultos de los de arriba recaen sobre las víctimas de la escala social más baja, en donde los gastos son el último escalón.
Afortunadamente, hay que considerar, en contraposición a eso, el hecho de que la vasta mayoría de las familias humanas poseen gatos a los que tratan con cariño y respeto.
Los gatos tienen una forma de hacerse querer por sus dueños, no solamente por su conducta de "mininos", que estimula los fuertes lazos parentales sino también por su absoluta gracia. Tienen una elegancia y compostura que cautiva al ojo humano. Para un ser humano sensible es un privilegio el poder compartir una habitación con un gato, intercambiar miradas, sentir cómo se refriega contra nosotros para saludarnos o poder observarlo cuando dormita lujuriosamente sobre un almohadón.
Y para millones de personas solitarias -muchas de ellas físicamente incapaces de realizar largas caminatas con un exigente perro- el gato es la compañía perfecta. En especial para la gente forzada a vivir sola al final de su vida, la compañía de un gato proporciona halagos inconmensurables. Esos puritanos de labios rígidos, quienes, a través de una dura indiferencia y un egoísmo estéril quieren borrar de la sociedad moderna la preocupación y el cuidado de las mascotas, deberían detenerse y considerar el daño que pueden causar sus acciones.
Esto me lleva al objetivo de cómo son los gatos.
Como zoólogo, tuve a mi cuidado en distintos momentos, a la mayoría de los miembros de la familia gatuna, desde los tigres a los gatos monteses, desde los leopardos hasta los ocelotes y desde los jaguares hasta los jaguaretés.
Conocen bien sus cambios de humor y se preocupan excesivamente, pero no se esfuerzan en estudiar a su mascota.
Hasta cierto punto no es culpa de ellos, ya que gran parte de la conducta gatuna tiene lugar lejos de la base hogareña de la cocina y el living. Por eso es que confío en que incluso aquellas personas que sienten que conocen a su propio gato íntimamente, podrán aprender algo más sobre ellos.
Afortunadamente, hay que considerar, en contraposición a eso, el hecho de que la vasta mayoría de las familias humanas poseen gatos a los que tratan con cariño y respeto.
Los gatos tienen una forma de hacerse querer por sus dueños, no solamente por su conducta de "mininos", que estimula los fuertes lazos parentales sino también por su absoluta gracia. Tienen una elegancia y compostura que cautiva al ojo humano. Para un ser humano sensible es un privilegio el poder compartir una habitación con un gato, intercambiar miradas, sentir cómo se refriega contra nosotros para saludarnos o poder observarlo cuando dormita lujuriosamente sobre un almohadón.
Y para millones de personas solitarias -muchas de ellas físicamente incapaces de realizar largas caminatas con un exigente perro- el gato es la compañía perfecta. En especial para la gente forzada a vivir sola al final de su vida, la compañía de un gato proporciona halagos inconmensurables. Esos puritanos de labios rígidos, quienes, a través de una dura indiferencia y un egoísmo estéril quieren borrar de la sociedad moderna la preocupación y el cuidado de las mascotas, deberían detenerse y considerar el daño que pueden causar sus acciones.
Esto me lleva al objetivo de cómo son los gatos.
Como zoólogo, tuve a mi cuidado en distintos momentos, a la mayoría de los miembros de la familia gatuna, desde los tigres a los gatos monteses, desde los leopardos hasta los ocelotes y desde los jaguares hasta los jaguaretés.
Conocen bien sus cambios de humor y se preocupan excesivamente, pero no se esfuerzan en estudiar a su mascota.
Hasta cierto punto no es culpa de ellos, ya que gran parte de la conducta gatuna tiene lugar lejos de la base hogareña de la cocina y el living. Por eso es que confío en que incluso aquellas personas que sienten que conocen a su propio gato íntimamente, podrán aprender algo más sobre ellos.
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