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sábado, 19 de marzo de 2011

Razas de Gatos


Hay entre los gatos una gran variación en el tipo de pelo y color, pero en cambio es muy pequeña la variación en el cuerpo y en el tamaño. Un gato realmente grande pesa alrededor de ocho kilos y los más chicos un kilo y medio.

Eso significa que, aun considerando los extremos más raros, los grandes gatos domésticos son solamente seis veces más pesados que los pequeños, comparados con la situación entre los perros en los que un San Bernardo puede pesar trescientas veces más que un pequeño Yorkshire Terrier. En otras palabras, las variaciones del peso entre los perros son cincuenta veces más grandes que entre los gatos.

Considerando a los gatos abandonados y a aquellos que han elegido la vida salvaje -la población salvaje- se pueden notar también considerables diferencias. Los perros vagabundos forman jaurías independientes y se crían y se alimentan sin ayuda humana en regiones menos civilizadas, pero esos grupos se han vuelto casi inexistentes en las áreas urbanas y suburbanas.

En realidad, en los modernos y muy poblados países europeos prácticamente no existen. Ni siquiera las zonas rurales pueden tolerarlos. Si se forman jaurías de perros vagabundos, son cazados muy pronto por la comunidad rural para prevenirse de ataques.

Las colonias de gatos vagabundos son un asunto diferente. Cada ciudad importante tiene una floreciente población de ellos. Los intentos de erradicarlos generalmente fracasan porque siempre hay nuevos vagabundos que se agregan al grupo. Y la necesidad de destruirlos nunca es muy grande, porque frecuentemente sobreviven continuando con su antigua función de controladores de la peste.

En donde la intervención humana eliminó la población de ratas y ratones con venenos, los gatos vagabundos se las ingenian para vivir buscando alimento en la basura y mendigando a los humanos de buen corazón. Muchos de esos gatos callejeros son criaturas patéticas que subsisten en el límite de sus posibilidades.

Su adaptación es sorprendente y constituye un testimonio del hecho de que, pese a milenios de domesticación, el cuerpo y el cerebro de los felinos continúa notablemente cercano a la condición salvaje.

Al mismo tiempo, esa adaptación es la culpable de gran parte de los sufrimientos de los gatos. Porque los gatos pueden sobrevivir cuando los echan y abandonan, la gente lo hace con mayor facilidad. El hecho de que la mayoría de esos animales deberán vivir en condiciones pavorosas -los gatos callejeros sobreviven entre la basura y la inmundicia de la sociedad humana-refleja lo resistentes que son, pero ésa es una caricatura de la existencia felina.

Que toleremos eso constituye un ejemplo más de la vergonzosa forma en que repetidamente rompemos nuestro antiguo pacto con el gato. Sin embargo, eso es nada comparado con la forma brutal en que hemos torturado y atormentado a los gatos a través de los siglos.

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